Autora: Ximena, 17 años, cofundadora de Papayita Informa
Una semana antes de mi primera menstruación, mi madre me dijo: “Hija, si algún día – porque seguramente ya es pronto – encuentras una mancha roja en tu ropa interior, no te asustes que a eso se le llama menstruación.” En aquel momento, no entendí bien cuál era el gran asunto; y pese a que no le di importancia a lo que me dijo, cuando por primera vez vi mi ropa interior manchada, no pude evitar llorar y pensar que a partir de ese día ya no tenía el derecho a ser niña. A partir de ese momento, me sentí mal cada mes por tener que usar toallas higiénicas, por tener que ocultar cuidadosamente en el tacho de basura de la escuela las toallas; así nadie se enteraría que yo con 10 años ya menstruaba. Mi temor incrementó más cuando presencié las burlas hacia una compañera que había manchado su silla.
Quien me diga que las visitas de marcas de toallas sanitarias a escuelas era educación menstrual, se equivoca. Enseñar lo que es la salud y gestión menstrual implica presentar la gran variedad de productos menstruales que existe, establecer desde el inicio que la menstruación no es algo para ocultar y enseñar tanto a chicos como a chicas que menstruar es normal y no es algo para burlarse. Ya que en pleno siglo XXI, la menstruación aún sigue generando burla y vergüenza.
Es así que, de 112 niñas a nivel nacional, hay 30 que dejan de ir a la escuela presencial por estar menstruando. ( Retos e impactos de higiene menstrual para niñas y adolescentes, UNICEF, 2018) Estas cifras están ligadas a que los servicios higiénicos en las escuelas no son los adecuados, por falta de agua, falta de jabón, falta de distribución de toallas sanitarias gratuitas, baños sin puertas; todo ello genera que la menstruación sea percibida como una carga para las niñas además de las constantes burlas.
Si recordamos las primeras veces en las que escuchamos de menstruación, nos remontamos seguramente a las clases de biología y de tutoría. No obstante, la menstruación no debe ser solamente enseñada como un proceso biológico, sino cómo esta genera un impacto socio-cultural en todas las niñas.
Y esta enseñanza, no debe ser tarea únicamente de la escuela ni dirigida sólo hacia las niñas.
Pues, ¿quiénes son las/los que nos hablan de menstruación fuera de la escuela? Nuestras madres, una tía, la abuela, una hermana. Debemos darnos cuenta que la menstruación es hablada como un secreto entre las mujeres que conforman la familia; de la que, por lo general, los varones (el padre , el hermano) se desentienden porque es “asunto de mujeres”. Por ello, mientras la menstruación siga siendo un secreto entre las mujeres, no se podrá combatir los estereotipos en torno a esta, que es lo que más genera daño a las niñas y adolescentes que menstrúan.
Una manera de que la menstruación tenga presencia cultural y social es a través de las políticas públicas, como la reciente promulgada “Ley que promueve y garantiza el manejo de la higiene menstrual de niñas, adolescentes y mujeres vulnerables, Ley N°31148” que exige la implementación de acciones por parte del Estado como de la sociedad para cambiar estigmas y prácticas prejuiciosas en torno a la menstruación. Todo ello con un enfoque de niñez y adolescencia para las mujeres de pobreza y pobreza extrema. Para ello, se plantean dos líneas de acción: gestión menstrual y educación de la gestión e higiene menstrual.
Pero el avance no ha sido únicamente normativo; desde la sociedad civil, se viene incentivando la educación menstrual. Así tenemos colectivas, entre ellas colectivas adolescentes, que buscan romper los estigmas sobre la menstruación y posicionarla culturalmente. Una de estas colectivas es Papayita Informa, que desde hace un año y medio trabaja en la reinvención de cómo se presenta la información en torno a Salud Sexual y Salud Reproductiva.
Dentro de la lucha de Papayita Informa por combatir los estigmas en torno a la menstruación, elaboramos la encuesta: “Con o sin confinamiento SÍ menstruamos” realizada a 700 personas menstruantes (niñas, adolescentes y mujeres) que compartieron sus experiencias menstruantes en la pandemia. En esta encuesta resaltamos las barreras sociales, económicas y de mercado que impiden acceder a productos menstruales. A continuación citamos un testimonio:
“ Mi hermana se quedó sin trabajo en la cuarentena, por suerte yo pude mantenerlo. Cuando me solicitó ayuda económica, lo primero que me pidió que le compre no fue comida sino toallas higiénicas.”
La pandemia ha sido difícil y el Estado y la sociedad han intentado que no falte alimentos ni medicamentos pero no se tomó en cuenta la menstruación.
Hablemos de menstruación sin temor. Hablemos de menstruación por su nombre, no más regla, ni periodo, ni bandera, ni lunación, ni “estar en los días” ni Andrés. No usemos apodos para ocultar la menstruación. Abracemos nuestra menstruación y dejemos de odiarla, ya que la menstruación no es algo que viene a interrumpir tu día, que viene a interrumpir tu productividad, que viene a quitarte tiempo. Al contrario, deberíamos cambiar el enfoque y considerarlo como ese descanso que el cuerpo necesita y sobre todo tratarla con amor.