Mesa de Trabajo organizada por la Defensoría del Pueblo el miércoles 19 de junio del 2024
Buenos días,
Mi nombre es Anghel Lopez Polo, tengo 19 años, integrante del Consejo Consultivo de Adolescentes y Jóvenes de Quinta Ola, una asociación civil feminista comunitaria y de base que busca defender y velar por el ejercicio de los derechos de niñas, adolescentes y mujeres en su diversidad, y sobre todo, visibilizar sus voces. Actualmente soy estudiante y activista, y hoy me encuentro aquí para tratar un tema que se presenta ante nosotros por necesidad de ser atendido: la salud integral de niñas, adolescentes y mujeres embarazadas producto de violación sexual. Un problema que nos interpela como sociedad y nos obliga a actuar con urgencia.
Permítanme compartir con ustedes la historia de Mila y su hermana que representa la vivencia de muchas jóvenes en el Perú hoy en día. Mila, con tan solo 12 años, sufrió una violación que no solo la dejó marcada física y emocionalmente, sino que también la llevó a un embarazo no deseado. La crueldad se multiplica cuando entendemos que su hermana tuvo que pasar por lo mismo al ser abandonada por el estado, su familia y su país. Estas niñas deberían esta preocupadas por sus sueños, amistades o estudios, pero en cambio, enfrentan una realidad que ninguna persona, y menos aún una niña, debería experimentar.
La historia de Mila y su hermana no solo es una historia que nos conmueve y se queda ahí, pues nos muestra la cara más dura de una realidad nacional donde miles de niñas y adolescentes sufren en silencio, atrapadas en una situación de vulnerabilidad extrema. En el año 2023, se registraron 1,349 niñas entre 11 y 14 años obligadas a gestar, y este año, 2024, ya se han registrado 341 niñas en la misma situación, evidenciando que este problema persiste y requiere atención inmediata.
Desde Quinta Ola, nuestra postura es clara: estamos comprometidas a proporcionar espacios seguros que garanticen que todas las niñas,
adolescentes y jóvenes sean líderes del cambio y que sus voces
sean escuchadas para visibilizar las múltiples violencias que viven dentro
y fuera de sus comunidades, los cuales deberían ser su lugar seguro.
Entre estas problemáticas se encuentra la violencia sexual y las dificultades de acceder al aborto terapéutico, un derecho fundamental que no solo debe ser reconocido, sino también respetado y puesto en práctica.
Mi presencia aquí en estos espacios de representación busca ser una de las tantas voces de niñas, adolescentes y jóvenes en situación de vulnerabilidad, ya sean de otras regiones del Perú o refugiadas y migrantes, quienes viven desprotegidas en Perú por la falta de leyes que garanticen sus derechos. Hace poco, en la escuela política feminista de Quinta Ola, hemos tenido la oportunidad de aprender sobre cómo es la formulación del proyecto de ley, nosotras lo enfocamos en el ciberacoso, sin embargo en la conversación también nos preocupamos por otras problemáticas como la educación sexual integral y la igualdad de género.
Como activistas, mis compañeras y yo tenemos el firme compromiso de mantenernos en una constante actualización e información. No estamos de acuerdo con que solo las personas adultas y mayores sean responsables de diseñar y conversar sobre temas clave como el acceso a la educación sexual o el aborto terapéutico. Nuestras voces también son importantes para buscar la mejor forma de garantizar proteger estos derechos.
Hoy, en esta mesa de trabajo, discutimos los avances y desafíos del Estado en su obligación de garantizar este derecho. Es cierto, también evaluamos la implementación de la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, que ordena al Ministerio de Salud ampliar y corregir la Guía Técnica Nacional para el procedimiento del aborto terapéutico. Sin embargo, necesitamos mucho más. Es imprescindible que se escuchen las voces de las niñas, adolescentes y juventudes en nuestro país, que se entienda su situación y que las promesas se conviertan en acciones concretas.
Cada día de retraso, cada obstáculo burocrático, es una violación más a los derechos de jóvenes como yo o de las niñas que fuimos y que estamos
incluso aquí presentes intentando sanar. No podemos permitir que sigan en silencio, que sigan enfrentando embarazos no deseados producto
de la violencia, y que el Estado y nuestras autoridades nos sigan fallando.
Recordemos que detrás de cada estadística hay una vida, un futuro, una niña como Mila y su hermana que merece vivir con dignidad, no con valentía.
Debemos trabajar juntos para asegurar vidas libres de miedo
y reflejemos nuestro compromiso con justicia y humanidad.
No solo debemos llevarnos el conocimiento de los desafíos que
enfrentamos, sino también la determinación de luchar por un futuro más justo.
Como entidades, tienen ese poder en sus manos para garantizar nuestro bienestar. Y tengan la certeza de que si seguimos enfrentando retrocesos en la garantía de nuestros derechos fundamentales, nuestras voces resonarán cada vez más fuerte.
Muchas gracias.