Autoras: Jhussahara y María Gracia, integrantes de la Escuela Política Feminista
El avance de la tecnología y las herramientas digitales están cada vez más integradas a nuestras vidas y nos la ha facilitado en diversos aspectos; sin embargo, también tienen un impacto negativo en ella, como el ciberacoso, que se ha convertido en una creciente problemática en nuestro país y requiere atención inmediata.
Según encuestas de Aldeas Infantiles SOS Perú, “6 de cada 10 niños, niñas y adolescentes aseguraron haber sufrido de ciberbullying”. A esta cifra se suma el hecho de que 5 de cada 10 niñas, niños, y adolescentes reciben mensajes sospechosos y solicitudes de amistad de personas externas a sus círculos sociales cercanos y lamentablemente, más del 50% de este grupo son mujeres, encontrándose en mayor vulnerabilidad.
Estas cifras nos demuestran que es crucial abordar esta problemática de forma integral y desde un enfoque de género, pero sobre todo, es relevante considerar que la tecnología también puede ser una aliada para la prevención y la acción contra el ciberacoso.
La tecnología no es mala, el agresor sí
La tecnología juega un papel ambivalente en esta lucha. Por un lado, proporciona a las y los acosadores medios para hostigar a sus víctimas de manera anónima y a distancia, y por el otro, ofrece oportunidades para educar, sensibilizar y apoyar a las víctimas.
Por ejemplo, en Instagram y/o Facebook
existen ‘páginas de confesiones’ creadas y administradas por un conjunto estudiantes en las cuales se normaliza el ciberacoso y el ciber bullying.
En ellas se comparte información sensible sobre otras/os estudiantes e incluso para tener un mayor número de seguidores y alcance se envían solicitudes de amistad a las/los estudiantes de su propia institución educativa. En estas páginas cualquier persona puede “confesar” (de manera anónima y sin ser descubierta) sus comentarios negativos sobre el físico de profesores, estudiantes y personas que les caen mal y/o incitar a diversas situaciones violencia al publicar la fecha, hora y lugar donde se realizará una pelea entre estudiantes del mismo y/o de otros colegios. Por si fuera poco, en esos espacios digitales también se ejerce el acoso sexual sin importar el género.
Como verán, estos ataques no son “cosas sin importancia” y se tiene que tomar con seriedad su prevención y eliminación porque constituye una acción de hostigamiento, que nos pone en peligro tanto dentro como fuera de las aulas.
Una de las tantas formas de abordar esta problemática puede ser la creación de iniciativas tecnológicas para prevenirla. Por ejemplo, a través del uso de la popularizada inteligencia artificial que podría reconocer patrones de acoso a través de la repetición y la exposición a datos. Este sistema requeriría ser entrenado con una gran cantidad de ejemplos de interacciones en línea, algunas involucrando acoso y otras no, pero nos podría permitir un análisis de patrones de comportamiento en espacios digitales para identificar a tiempo y prevenir situaciones de ciberacoso. Aunque existen desafíos en su desarrollo e implementación, es necesario que las compañías tecnológicas y de redes sociales se sumen a la toma de acción e implementen mecanismos eficientes en sus algoritmos para proteger a sus usuarias/o adolescentes y jóvenes de la violencia en línea.
La importancia del activismo digital
La tecnología nos permite a las y los estudiantes convertirnos en activistas digitales y formar colectivas en redes sociales donde podamos promover temas como salud mental, defender nuestros derechos, formar redes de apoyo y la detección de señales de ciberacoso.
Para mitigar el ciberacoso, la educación digital y la alfabetización digital son fundamentales para empoderar a las infancias, adolescencias y juventudes, protegiéndolas de las amenazas en el ciberespacio.
Formar parte de la generación nativa digital no garantiza que tengamos un conocimiento innato de cómo interactuar de forma responsable en línea.
Por lo tanto, es fundamental enseñar (y aprender) a utilizar la tecnología
de manera segura y libre de violencia.
Es fundamental saber reconocer y responder al ciberacoso en espacios donde hay una cultura de “cancelación” y a fomentar una cultura en línea de respeto y apoyo mutuo.
La prevención del ciberacoso en espacios educativos requiere un esfuerzo colectivo y colaborativo. Educadores, padres, madres, estudiantes, el Estado y empresas tecnológicas deben trabajar juntas/os para crear entornos en línea seguros y libres de acoso. Por ello, es fundamental aprovechar el potencial de la tecnología como aliada en esta lucha, al mismo tiempo que se aborden sus desafíos y limitaciones.
Desde la Escuela Política Feminista de Quinta Ola con nuestro proyecto de ley que crea el Programa Nacional de Prevención y Atención al Ciberacoso contra Adolescentes y Jóvenes en Espacios Educativos, ponemos énfasis en la sensibilización sobre el uso responsable de las tecnologías de la información y comunicación.
Como adolescentes y jóvenes de diversas regiones del Perú, exigimos al Estado que tome en cuenta esta iniciativa ciudadana elaborada por activistas de nacionalidad peruana y venezolana, y que no termine siendo simplemente un documento más, sino que se traduzca en acciones concretas y efectivas para prevenir esta realidad que afecta a todas las personas, independientemente de su género. Solo mediante un enfoque integral y proactivo podemos garantizar que todos los jóvenes puedan aprender y crecer en entornos educativos seguros y positivos.
Finalmente, resaltamos espacios de desarrollo ciudadano como la Escuela Política Feminista que permiten a las infancias, adolescencias y juventudes expandir sus horizontes y participar activamente en la defensa de sus derechos y en la solución de problemáticas que afectan a sus comunidades.
📌 Este contenido se formuló y elaboró en el marco del programa Escuela Política Feminista, iniciativa desarrollada por Quinta Ola gracias al apoyo del Fondo Canadiense para Iniciativas Locales (FCIL) de la Embajada de Canadá.