Maria, 14 años. Activista venezolana viviendo en Perú.
El retorno a clases ya es una realidad. Luego de dos años de educación virtual volvemos por fin a los espacios escolares. Sin embargo, también sabemos que junto a las clases presenciales regresa la xenofobia hacia refugiados y migrantes venezolanos en las aulas.
Antes de la pandemia, la xenofobia era algo muy común en los centros escolares. Comúnmente recibía comentarios como “vete a tu país”, “veneca ladrona”, “solo vienen a robarnos los trabajos y la comida” y demás burlas que ridiculizaban mi nacionalidad y la situación de mi país de origen: Venezuela. Frecuentemente me preguntaba ¿por qué ser venezolana debería ser un motivo para recibir burlas e insultos? Me indignaba profundamente ya que sabía que no era solo mi caso, sino una realidad de muchos estudiantes refugiados y migrantes.
Escuchar esta clase de comentarios era muy incómodo. Recibirlos sin ningún motivo disminuía mi motivación de asistir a la escuela, puesto que no quería tener que convivir con los compañeros que me molestaban. Sabía que al llegar al salón de clases comenzarían sus burlas. Recuerdo que una vez estaba sentada en mi puesto hablando con dos de mis amigas, en ese momento el salón estaba hecho un desastre debido a que la profesora tuvo que ir a la dirección por más de media hora, entonces, los mismos compañeros de siempre, junto a una compañera que decía ser mi amiga, empezaron con sus recurrentes burlas. Yo no me quede callada y les dije muchas veces lo cansada que estaba de sus insultos, ellos respondieron escribiendo en el pizarrón “Venezuela abajo” y “Perú es mejor que Venezuela”, incluso lo decían en voz alta con el fin de humillarme, de humillarnos. Después de esto quedé con demasiada impotencia y una vez más fui a comentarle a la profesora sobre la misma situación de siempre. Afortunadamente, en esa ocasión la directora fue a nuestra aula para hablar con ellos sobre lo que estaba pasando y lo incómodo que era. Luego de esa pequeña charla se disculparon y las burlas cesaron.
Finalmente, en esta vuelta a clases me siento optimista, esperando que todo sea mucho mejor. Creo que muchas cosas pueden haber cambiado, como la mentalidad de la gente respecto a las personas refugiadas y migrantes; lo percibo así, ya que hace mucho que no recibo comentarios ofensivos sobre mi nacionalidad y no he escuchado o leído situaciones recientes. A pesar de esto, sé que la xenofobia aún existe y sigue afectando a gran cantidad de personas, por lo que considero importante que en las escuelas se promueva la diversidad cultural y se inculque a los estudiantes respeto por las personas refugiadas y migrantes. De esta manera, podremos convivir de forma pacífica, en un ambiente sano en el que todas, todos y todes podamos sentirnos bien.
Sin embargo, el cambio no vendrá solo, se requiere de la acción de docentes, las autoridades de los colegios y del Estado en general, para que se garantice la convivencia libre de violencias en nuestros colegios. Mi caso mejoró, pero ¿cómo podemos estar seguras que el de los demás también cambiará?
Nosotras, las adolescentes en nuestra diversidad, también podemos hacer mucho por promover estas transformaciones, tenemos grandes ideas que también merecen ser escuchadas y nuestra edad no debe ser un impedimento para ello. Actualmente soy miembro del Consejo Consultivo de Adolescentes y Jóvenes de Quinta Ola, asociación que de manera conjunta a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con el apoyo de la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Gobierno de Estados Unidos, viene desarrollando la segunda edición de “Chamas en Acción: Por Una Sociedad sin Violencia”. Fui partícipe de la primera promoción y ahí aprendí acerca del liderazgo y empoderamiento de refugiadas y migrantes venezolanas, además me pude informar mucho más a fondo de temas como el feminismo, la xenofobia, la violencia de género, el racismo, entre otros.
Participar en el programa “Chamas en Acción” fue una experiencia totalmente enriquecedora, en la que pude aprender más sobre mí. Siento que antes de estar en el programa, el activismo no era algo que estaba muy presente en mi vida, muy poco me interesaba. Sin embargo, esto cambió completamente al darme cuenta de lo increíble que es poder alzar la voz por mí y por las personas que no pueden hacerlo. Además, es profundamente satisfactorio hacerlo junto de personas que también tienen el propósito de cambiar la sociedad y hacer que ésta sea más justa e igualitaria. Sin duda alguna, ser activista transformó mi vida de una manera increíble.
Este año las participantes de Chamas en Acción venimos desarrollando una campaña denominada “Chamas en Acción: Por una sociedad sin violencia #ConstruyámoslaJuntas”. La llamamos así porque queremos construir una sociedad libre de violencia, más justa y sin discriminación. Nos parece importante hablar de temas relacionados con la violencia, ya que somos conscientes de que es una problemática que afecta a gran cantidad de refugiadas y migrantes venezolanas. Por esta y más razones, es primordial informar acerca de esto, cómo se da y de qué manera podemos presentar una denuncia. Y al igual que con “Chamas en Acción: Hermanas Sin Fronteras” (la primera edición del programa), demostrar el poder que tienen las voces adolescentes y de lo mucho que importa que sean escuchadas. ¡Alcemos la voz!