¿Y mis derechos laborales? Las adolescentes migrantes también trabajamos

Vanesa (17 años), activista migrante. En este artículo canalizo las voces de todas mis compatriotas, compañeras y amigas quienes me confiaron sus testimonios para denunciar la violencia que viven y resisten.

Somos refugiadas y migrantes venezolanas, mujeres, adolescentes, menores de edad que trabajamos para ayudar a nuestras familias con los gastos del hogar y nuestras necesidades básicas. Desde que llegamos a Perú ha sido complicado: establecernos en un nuevo país, adaptarnos a una nueva cultura y un nuevo estilo de vida. Estos son retos que vivimos día a día, pero somos adolescentes, ¿qué tan difícil puede ser?

Sucede que, al ser refugiadas y migrantes, por haber migrado asumimos un rol más complicado en nuestras familias antes de tiempo. Nuestra educación ha pasado a segundo plano, es considerada como no relevante, porque es más importante trabajar para ser otro apoyo económico en la familia y así intentar estabilizarnos. Día a día nos levantamos y en lugar de alistar nuestros bolsos para ir a estudiar, nos alistamos para trabajar largas jornadas, haciendo cajas en un sótano, cuidando niños, cuidando ancianos, limpiando hogares, trabajando como meseras en un restaurante, en una peluquería, vendiendo ropa en una tienda y en un sin fin de lugares más.

Pero somos adolescentes, somos más maduras, ¿qué tendría de malo que trabajemos?

Lo malo es que no están respetando nuestros ciclos de vida, nos exigen una madurez antes de tiempo porque es la única manera que tenemos para poder seguir adelante, nuestra familia cuenta con nosotras y aunque queramos estudiar eso representa un gasto más, y no aporta para llevar comida a casa. Si a todo esto le sumamos un ambiente de trabajo en que se aprovechan de esa necesidad y nos hacen trabajar más de 12 horas diarias por un mísero sueldo, explotándonos en nuestros lugares de trabajos, recibiendo comentarios y siendo acosadas por nuestros jefes y compañeros de trabajo, eso hace que trabajar sea más complicado de lo que ya es. Lo peor de todo es que no podemos aspirar a algo más, puesto que nuestra calidad migratoria, nuestra edad, y todos los prejuicios que se han asociado a nuestra nacionalidad son una traba para poder aspirar a un trabajo más digno.

Jornadas de más 12 horas de trabajo, explotación laboral, acoso en el lugar de trabajo, multas por tardanzas, comentarios obscenos y malos tratos son algunas de las cosas por las que pasamos día a día, eso sin contar el hecho de que  al ser menores de edad, somos más pequeñas para los demás, más ilusas, no sabemos nada y aceptaremos lo que sea, y como somos mujeres  venezolanas somos más fáciles, somos un “deseo” y deberíamos trabajar como damas de compañía, o nos usan como “gancho” en nuestros lugares de trabajo para captar a más clientes.

No son solo la explotación laboral y el abuso sexual las consecuencias de trabajar siendo adolescentes, menores de edad o jóvenes. Estamos expuestas a un mundo rodeado de adultos que tienen una ventaja de experiencia mayor que la de nosotras, expuestas a organizaciones criminales, trata de personas o a trabajar forzosamente en el ámbito sexual porque, a veces, es una salida más fácil frente a la necesidad. Muchas veces, siendo mal tratadas en nuestros lugares de trabajo, lo único que podemos hacer es callarnos, puesto que no queremos perder nuestros trabajos. En muchos casos utilizan nuestra situación migratoria como amenaza. Trabajamos para poder comprarnos nuestras cosas, para poder llevar mercado a nuestra casa, para ayudar a pagar la renta. Trabajamos y dejamos de estudiar porque la necesidad de salir adelante y sobrevivir es mayor.

Al día de hoy, el 42% de la población venezolana en Perú oscila entre las edades de 18 y 29 años, y un 18.7% representa a niños, niñas y adolescentes radicados en Perú, teniendo un 23,7% de ellos entre 12 y 17 años (UNICEF, 2020). El 69,4% de la población en edad laboral se encuentra sobre ocupada, es decir, trabaja entre 51 a 71 horas semanales (INEI,2019). Las mujeres refugiadas y migrantes venezolanas se ven utilizadas por sus jefes y explotadas física y psicológicamente. ¿Dónde están las instituciones que velan por nuestros derechos laborales? ¿Por qué no hay programas o leyes que se cumplan y nos protejan de todas estas problemáticas?

No hay una acción por ayudarnos más allá de escribirla en un papel. Estamos solas, somos vulnerables, sufrimos acoso y explotación laboral y nadie nos apoya para solucionarlo. El Ministerio del Trabajo, el Ministerio de la Mujer, la Defensoría del Pueblo, ¿qué están haciendo al respecto?

Somos refugiadas y migrantes venezolanas, mujeres, adolescentes, menores de edad que se ven forzadas a crecer antes de tiempo, que tienen que dejar sus sueños de lado porque no les da para comer y pagar la renta. Somos personas explotadas laboralmente y nadie hace nada al respecto. Es la hora de crear un cambio. Merecemos tener una vida digna y poder disfrutar nuestras etapas.

Es para ustedes: lectores, ministerios, organizaciones, empresas. Merecemos derechos laborales, merecemos una sociedad libre de violencia, y la merecemos ahora: #ConstruyámoslaJuntas.

Bibliografía

INEI. (2019). El 42,0 % de la población venezolana que reside en el país son jóvenes de 18 a 29 años de edad. Recuperado el 06 de abril del 2022 de: https://www.inei.gob.pe/prensa/noticias/el-420-de-la-poblacion-venezolana-que-reside-en-el-pais-son-jovenes-de-18-a-29-anos-de-edad-11633/

UNICEF. (2020). Los chicos nuevos del barrio: Evidencias de la situación de las niñas, niños y adolescentes venezolanos en el Perú. Recuperado el 06 de abril del 2022 de: https://www.unicef.org/peru/media/10451/file/Los%20chicos%20nuevos%20del%20barrio.pdf