Escrito por: Ana, participante del programa Voces Activistas – Trujillo
Desde pequeña escuché “pon la mesa”, “lleva este plato para tu papá”, “cuida a tu primo”, “compórtate como una mujercita”, “no corras, no grites, no juegues tosco”, y me preguntaba ¿por qué?, ¿solo será en mi casa?, ¿mi familia es muy estricta?, ¿por qué siempre me daban menos propina que a mis primos?, ¿por qué no era considerado mi voto al elegir una película?, ¿por qué no me llevaban al lugar que quería y siempre íbamos al lugar que escogió mi papá? ¿por qué hasta incluso mi madre no tenía voto? Comprendí después que debía respetar a mi abuelo, que no debía contestar, que debía callar cuando él hablaba pero ¿por qué?
Cuando crecí me di cuenta que el hombre era la persona superior y me envolví más en este pensamiento cuando salí al mundo y pude comprobar que en todas partes era así, a donde quiera que iba era igual. Cansada de esta realidad, decidí convencerme que así debía ser, que tenía que vivir con esta desigualdad para siempre y que si las mujeres de mi alrededor querían un cambio ya lo hubieran hecho.
Al poco tiempo, en mi adolescencia sentí que mi adolescente interior no quería seguir con las estúpidas “reglas establecidas” en la sociedad. Crecí y me di cuenta que aunque sea la única en mi casa que quería un cambio, haría que sucediera. Y después de estar “aguantando”, “comportándome”, “sirviendo” y “callando”; al fin todo mi ser dijo ¡basta!, y desafié a la persona con más autoridad en toda mi casa -mi abuelo- dejando a todas las mujeres que me rodeaban atónitas. Es un momento que jamás olvidaré. El momento en donde me hice respetar y exigí que no debemos ser tratadas de tal manera que nos sentimos humilladas, señalé que entendía que él haya sido criado de una manera, la cual no comparto, pero que ya no viviré en el mundo machista que creó.
Empecé a escribir todas mis experiencias en una pequeña libreta, la cual el que se hace llamar mi padre destruyó, tanto miedo le daba el feminismo que no quedó rastro de mis escrituras. Al menos escribir me ayudó a dejar ir y seguir con mi vida formándome como una mujer que siente, que ama, que se respeta, que se da su lugar, que vive.
Seguí creciendo y me di cuenta que habían jóvenes
que luchaban por la misma causa, es ahí donde empecé a creer firmemente
que podemos cambiarlo todo, que podemos revolucionar todo el sistema,
que nosotras podemos hacerlo.
Actualmente, me siento muy feliz y orgullosa de la mujer que estoy siendo. En mis 20 años estoy haciendo visible las diferentes acciones machistas y desiguales que se suscitan a mi alrededor, compartiéndolos con mi familia, amistades y conocidos.
Ahora en mi casa saben que soy una flamante feminista y aunque eviten hablar conmigo, me miren feo o me rechacen; no me importa, prefiero eso a seguir viviendo en un hogar que normaliza todas las muestras del machismo.
Un consejo a las niñas, adolescentes y jóvenes que tal vez lean esto; quiero decirles que estoy con ustedes en su pequeña lucha desde casa, colegio o en cualquier otro sitio donde las hagan sentir incómodas por el hecho de ser mujeres, déjenme decirles que ser mujer es lo más hermoso que puede haber en toda esta sociedad. Y como dice una de mis canciones favoritas: “Soy mujer, soy intrépida, soy sexy, soy divina, soy imbatible, soy creativa, soy femenina, soy masculina, soy todo lo que quiero…” (I am woman – Emmy Meli)
Este texto se formuló y elaboró en el marco del programa Voces Activistas, iniciativa desarrollada por Quinta Ola y la Organización Internacional para las Migraciones – OIM Perú, gracias al apoyo de la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Gobierno de Estados Unidos, del Fondo Canadiense para Iniciativas Locales (FCIL) de la Embajada de Canadá y de la Agencia de la ONU para los Refugiados-ACNUR.